Tener una buena salud financiera significa lograr un bienestar que se alcanza mediante una buena gestión de la economía personal, familiar o empresarial para poder hacer frente a imprevistos y conseguir metas vitales y de futuro. Existen una serie de indicadores en los que podemos fijarnos para determinar cuál es el estado de nuestra salud financiera.
Gastamos menos de lo que ingresamos: Parece obvio, pero es una de las claves fundamentales para potenciar ese bienestar económico: lograr que al final de cada mes se mantengan parte de esos ingresos iniciales.
Colchón de emergencia: Además de ser consecuente con el ritmo de vida que podemos llevar, la capacidad de ahorro es una habilidad que puede perfeccionarse y que nos permitirá disponer de un fondo en caso de emergencia.
Deudas, facturas y tarjeta de crédito: Si combinamos las dos condiciones anteriores, deberíamos poder saldar nuestras deudas y facturas a tiempo, sin necesidad de pedir un crédito o usar la tarjeta para pagar a plazos.
Seguros para un futuro incierto: La capacidad de previsión es indicador de que tenemos una buena salud financiera. Como respuesta, tendremos contratados seguros que cubran situaciones inesperadas o habremos invertido dinero en fondos de jubilación.
Plan de gastos: Las personas previsoras cuentan con un planning sobre cómo invertirán su dinero en el futuro.
La salud financiera es una responsabilidad que conlleva acciones específicas para que esté en buen estado. La planificación, el registro y la revisión son esenciales para no encontrarse en esta situación.
Hay distintas técnicas para mejorar la salud de tus finanzas personales, según tu situación personal, por lo que tener propósitos financieros siempre es un buen ejercicio para mantener el control de tu economía.
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